Parte I

Parte II

Kasumi se dejó caer lentamente apoyando su espalda contra el tronco del árbol hasta llegar a sentarse sobre la fría hierba. Temblaba tanto que apenas podía sujetar el revólver, así que decidió colocárselo rápidamente apuntando a hacia su boca.

La atmósfera se hizo más pesada, la brisa se detuvo y el silencio total se hizo molesto, como si se hubiera detenido el tiempo.  Ella comenzó a agitarse y su respiración se volvió ansiosa. Empezó a escuchar unos suaves ruidos intermitentes que cada vez se escuchaban con más nitidez. Con el rostro lleno de lágrimas y con en revólver sobre su boca, giró la cabeza para observar cómo una pequeña rana verde se acercaba dando saltitos hacia ella. La rana se detuvo a escasos metros mirando a Kasumi durante unos segundos provocando una breve y extraña sensación de paz y armonía. Después se marchó y se perdió bosque a través. Kasumi volvió a mirar el revólver y colocó el dedo índice en el gatillo muy lentamente. Contuvo la respiración.

Pero justo cuando comenzaba a apretar el gatillo el bebé se agitó tan bruscamente en su interior que Kasumi dejó caer el revólver inconscientemente.  Apoyó sus dos manos sobre el suelo, cerró los ojos e hizo una inmensa mueca de dolor.  La respiración de Kasumi se aceleró como si le empezase a faltar el aire,  apretó los dientes con fuerza y lloró desconsoladamente.  A duras penas pudo quitarse el abrigo que llevaba, lo colocó sobre el suelo, se levantó la falda y separó las piernas. Intentó calmarse, tal y como aprendió en la primera y única sesión de preparto a la que asistió, haciendo respiraciones más lentas y controladas durante unos minutos, inspirando por la nariz y expirando por la boca, pero finalmente no pudo evitar gritar de dolor.

Se acordó de los motivos que la llevaron a adentrarse en ese bosque, se acordó de lo segura que estaba cuando salió de su casa la misma mañana. Nada parecía tener solución, no quería buscar una solución, creía que ahí se acabaría todo, que reunió el valor para hacer lo que planeaba hacer, que era mucho más fácil rendirse que intentar salir adelante.

Pero en ese momento, apoyada sobre el árbol y sufriendo un enorme dolor por el parto, quiso luchar por vivir, no quería que acabase así, ni para ella ni para su bebé. Dio una fuerte patada al revolver y lo alejó. Allí, rodeada de un lugar marcado por la muerte, encontró un motivo por el que vivir.

Y por primera vez en ése bosque sonó el enérgico llanto de un bebé recién nacido. Kasumi lloró ahora de alegría y las muecas de dolor desaparecieron. Con los ojos llenos de lágrimas sujetó a su bebé para que no cayera y esbozó una sonrisa sincera. Se acercó el bebé hacia ella y le dio un beso en la frente. Agradecida,  Kasumi miró emocionada a su bebé durante unos instantes y le susurró entre lágrimas:

– Kon’nichiwa. . . Nozomu. . .

FIN

Roberto García, 1 de diciembre 2021

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