No había lugar en la tierra donde no se oyera su lamento. Lloraba sin encontrar consuelo y de una forma tan amarga que de entre todos no encontró mayor obediencia, tantísima y tan sincera que fue tentado por él a perpetuar su reino.

Dijo postrándose, ¡No olvides lo que hice por los hombres, padre! Dime si no llegan a ti sino es antes de conocerme. A lo que le respondió. No soy yo quién destruye tu reino, hijo mío. Sino que ya no se sostiene… Pues se erigió de forma que tuviera fin. En cuanto descendió sobre la tierra el primer hombre quiso olvidar todo cuanto sabía, y porque se sentía sólo se partió en dos, y pudo así mirar entera mi creación.

¿Dónde encuentro a los últimos justos, padre? ¿Acaso he ocupado yo los corazones de todos los seres? Y le respondió. No temas, que el castigo será el olvido transitorio. Entrégales aunque te duela, todo tu poder y permite que sean ellos quienes se gobiernen. Y un día, muy lejano, volverán la vista atrás y su elevación será tan insondable que de nuevo desearán que tu les gobiernes.

José Luís García, 29 de diciembre de 2021.

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