Parte II

¿Hasta dónde llega la justicia?

Después de varios meses, la noticia de la desaparición del misionero Aarón empezó a expandirse lentamente entre los gremios religiosos. Sus buenas acciones se hacían cada vez más grandes y nobles conforme los curas y cardenales iban hablando entre ellos sobre la figura de Aarón, sobre la fuerza de voluntad que tuvo al embarcarse en aquella peligrosa misión.

Su historia alcanzó tal aura de misticismo que un periodista escribió un artículo relatando su hazaña y, con una sonriente foto de Aarón en la portada, se dio a conocer al mundo. Hubo campañas en las redes sociales para informar de la desaparición del misionero, muchos pedían que fuera beatificado, otros reclamaban que nunca debería de haber puesto un pie en la isla. Todos hablaban del misionero, todos tenían algo que decir sobre él.

La noticia devastó también al propio padre de Aarón. Rico y viudo, su hijo era la única familia que le quedaba. “¡Vendería toda mi fortuna para traerle de vuelta a casa!”, decía el padre entre sollozos. Le siguieron días largos y tristes, pronto el dolor del padre se convirtió en frustración e impotencia. Pasaron varios años y seguía sin haber noticias de Aarón, hasta que el padre se reunió con sus socios y decidió actuar.

Una mañana el padre de Aarón se presentó en los juzgados de su ciudad. Gracias a las influencias que le permitían su dinero, pudo tener unos minutos a solas con el juez supremo. En su despacho, se sentó frente al juez y le dijo el discurso que había ensayado durante toda la noche anterior:

– Al fin y al cabo, su Señoría, se ha cometido en el peor de las casos. . . – el padre de Aarón tragó saliva–. . . un asesinato. Esa gente no está fuera de la ley, son seres humanos como nosotros. Si tienen los mismos derechos que nosotros también tienen las mismas obligaciones ante las leyes, y su debido castigo si las incumplen.

Sin saber muy bien cómo exactamente, el padre de Aarón se convirtió en la antorcha de un movimiento que reclamaba justicia en una isla donde no sabían qué significaba el término “justicia” realmente, o al menos la entendía de otra manera. Aun así, el juez se inclinó a favor del padre de Aarón y ordenó una detención sin nombre, ni tampoco delito en concreto, contra el individuo (o individuos) que participaron en la desaparición del misionero.

Un pequeño grupo se embarcó de nuevo en dirección a aquella isla con la remota misión de traer al misionero de vuelta, con vida o sin vida. Y también, siendo la parte más importante de aquel viaje, detener al responsable de lo sucedido respecto a Aarón, traerlo de vuelta y juzgarlo según nuestra justicia.

CONTINÚA EN LA PARTE III

Roberto García.

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