Vi cómo nos arrastrábamos serpenteando en la sombra bajo la roca, de rodillas, los tobillos entumecidos. Una espina dorsal quebrada de la que se levantaba nuestro cráneo clavando la barbilla sobre el pecho. Vi cómo se nos atrofiaron las piernas porque no las usábamos, los codos de sangre de golpearse contra la piedra al recorrer aquellas galerías. Vi allí un deseo de muerte como nunca sintió antes el ser humano.

Busqué un poco más como siempre hago y encontré el pánico, gritos de asalto, oí gritar ¡están bajando!, y gente escondiéndose, hasta que sonó aquella mole impidiéndoles el paso. También vi comiendo grano a un toro ocupando la cavidad casi oscura con su vaho. Y un anciano que perdió la vista y acostumbraba, cada mañana, -o cuando creíamos que fuera salía el sol-, a contar historias de cuando vivíamos en la superficie. ¿Sería verdad lo que decía? Muchos de nosotros nunca habíamos visto la luz del sol.  Frente al anciano, todos nos sentábamos, rostros sonrientes, piel pálida, ojos que brillaban sólo iluminados por el fuego y la fantasía de otro tiempo.

Y mi curiosidad me llevó a la sombra y seguí adentrándome en ella sin dudarlo. De camino un niño jugaba con un cuchillo y al pasar hizo ese amago de seguir el paso que hacen los perros. El lugar, quizá un día lo poblaron cientos de familias, pero ahora no superaban las diez. Descendientes quizá, de aquel credo.

Dentro, sangre, bebía sangre un bebé del costado abierto de un Jesús crucificado pintado sobre aquellas paredes. Apóstoles con el rostro ensombrecido, quemado, curtido, casi no podían verse.  Y tras esa pátina desconcertante otra aún más misteriosa, decenas de ojos pintados que observaban al visitante.

Pero no temí entonces y no temo ahora. Era mi presencia la que sentí que incomodaba a aquel lugar inhóspito.

Llama la luz a la sombra y la sombra la desea. Descubrirse, descubrir. No hay secreto que se niegue a quien desea conocer con todo su corazón.

Hoy sé que no hay mayor maestro que el mal y que tras esta aparente dureza hay bondad si contemplas el mundo con los ojos de un niño. Que los abismos forman parte de nuestro camino de vuelta. Que ver salir el sol y respirar, un día, era cuanto soñábamos. Sentir la lluvia, la brisa del viento. Tesoros…

José Luís Garcia a 30 de marzo de 2022

¡Únete a nuestra exclusiva sala hoy y no te pierdas nada!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

More explosive content...