Parte I

La espesa y silenciosa niebla, que abrazaba la carretera como si fuera una sábana, se partía en dos cuando el coche de Kasumi pasaba por allí. Ella conducía casi sin darse cuenta, como si fuera otra fuerza superior quien la condujera a ella. Absorta en sus pensamientos, Kasumi reflejaba quietud en su rostro pero sus oscuros ojos negros parecían pedir ayuda desde lo más profundo de su ser.

Detuvo el coche al llegar al claro de un bosque donde otros vehículos mal aparcados esperaban allí a sus dueños, a los que nunca volverían a ver. Kasumi se bajó del coche y, con paso decidido, se dirigió a un camino que se adentraba en el bosque. Dejó atrás un cartel, al que ni si quiera dirigió la mirada, escrito en japonés y colocado junto a un árbol:

“TU VIDA ES UN HERMOSO REGALO DE TUS PADRES. POR FAVOR PIENSA EN TUS PADRES, HERMANOS E HIJOS. NO TE LO GUARDES, HABLA DE TUS PROBLEMAS…”

Kasumi continuó caminando durante un tiempo por el bosque solitario. El ambiente era lúgubre y siniestro a pesar de estar aparentemente lleno de vida con numerosos árboles que apenas dejaban entrar algunos rayos de sol.

Iba tan aprisa que acabó tropezando con la raíz de un árbol que atravesaba el camino. Se apoyó en un tronco para no caer e hizo una respiración lenta pero entrecortada. Estaba mirando a su alrededor cuando sus ojos empezaron a humedecerse, su pulso se aceleró y sus piernas empezaron a temblar. Con la manga derecha se limpió una tímida lágrima que caía, fue bajando lentamente su mano tocando su rostro, su cuello y sus pechos hasta llegar a su vientre. Entonces esbozó una leve sonrisa pero se desvaneció al instante, como arrepentida de haber sentido un resquicio de felicidad. Cuando Kasumi colocó su otra mano sobre su vientre, su bebé dio una pequeña patada.

Un disparo lejano rompió el silencio sepulcral del bosque asustando a algunos pajarillos que empezaron a revolotear entre la maraña de ramas. Resonó con eco durante unos segundos. Kasumi miró a donde creía que provenía el sonido, pero no vio nada ni a nadie. Tragó saliva, sacó un revólver de su bolso con mano trémula y lo observó. Justo en ése momento, el bebé dio otra patada, quizás algo más fuerte que la anterior. Kasumi comenzó a llorar.

Link a Parte II.

Roberto García, 24 noviembre 2021

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