Hacía tiempo ya que mi tío parecía disfrutar viéndome mirarle confuso. Y es que empezó a comportarse de forma extraña. Yo tenía la certeza de que quería irse de casa.

Y así fue. Cuando llegó el día, lo seguí. Caminó durante horas hasta llegar a un callejón y allí, cerciorándose de que nadie lo observaba se cambió de ropa, se cortó el pelo, cambió su voz. Luego salió de aquel callejón y continuó como otra persona. Todos lloraron su muerte, y me hicieron creer que nunca volvería. Intenté contarles lo que vi, como pude. Nadie me creyó.

Ahora, tras una larga vida, estoy nervioso por irme yo un día de estos y ser otra persona, aún no se lo he dicho a mis hijas. Espero que lo entiendan.

Así dicen que debe ser, porque nadie ha vuelto, y allí voy a ser feliz.

José Luís García, 16 de febrero de 2022.

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