Cerca del cartel de “Hollywood” existía un pequeño tugurio que pasaba totalmente inadvertido para todos los habitantes de Los Ángeles. Sólo algunos conocían su ubicación y muy pocos privilegiados podían entrar al interior donde, si decías las tres contraseñas de seguridad correctamente, podías acceder al verdadero negocio que allí se cocía. Coronado por una enorme antena parabólica, el edificio aguardaba el recibimiento de guionistas faltos de ideas, creadores que como último recurso no les quedaba más remedio que acudir al extraño lugar.
Matt, un reputado productor de cine, abrió la puerta y, después de decir las tres contraseñas, fue acompañado por un anciano al sótano del edificio. Allí le esperaba un hombre engalanado en traje de chaqueta sentado frente a un antiguo ordenador.
– ¡Otra vez por aquí, Matt! – exclamó el hombre.
– Si, necesito un nuevo guion. El guionista que contratamos no da la talla, y su último borrador fue muy extraño. . . no era lo que buscamos – dijo Matt.
– De acuerdo, siéntate.
Matt se sentó y el hombre, tras beber un trago de café, dijo:
– Bien, dime qué necesitas.
– En ésta ocasión necesito una historia de ciencia ficción. No buscamos la nueva revolución, pero sí una historia interesante y original.
– Entiendo, dame unos minutos.
El hombre empezó a teclear el ordenador y estuvo en silencio durante varios minutos. Matt aprovechó para mirar la habitación. La estantería estaba llena de premios de la industria y la pared plagada de fotos del hombre junto a muchos famosos directores, actores y productores.
– Tengo algo. . . – dijo el hombre sin apartar la vista de la pantalla del ordenador – Un chico en Bélgica tiene un guion en su ordenador sin patentar sobre. . . parece que mezcla amor, ciencia ficción y acción. Podría ser lo que buscas.
– Me interesa. ¿Por cuánto me saldría ésta vez?
FIN
Roberto García.
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